Mientras el área metropolitana de Monterrey crece sin medida ni planificación, cada tormenta se convierte en una prueba de resistencia. El viernes 22 de agosto bastaron unas horas de lluvia torrencial para que avenidas principales de nuestra ciudad quedaran bajo el agua, decenas de autos y ciudadanos se quedaron atrapados en medio de los nuevos ríos urbanos. Esos días vivimos una ciudad ahogada en su vulnerabilidad: cierres viales, calles colapsadas y transporte público que pasó de tardar dos horas a extender sus recorridos hasta tres o cuatro.
Las inundaciones no son un capricho del clima, son parte del comportamiento natural de los ríos. Las llamadas llanuras de inundación son franjas junto a los cauces que están diseñadas por la naturaleza para captar el agua excedente. El problema surge cuando insistimos en ocupar esas zonas con viviendas, vialidades o centros comerciales, olvidando que los ríos siempre recuerdan su camino.
A esta vulnerabilidad se suma un enemigo del que, como ciudadanos, sí podemos tener más control: la basura. Cada bolsa, envase o botella tirada en la calle viaja hacia alcantarillas y drenajes, acumulándose y bloqueando el flujo del agua. Cuando hay una lluvia torrencial, en lugar de correr, el agua se estanca, sube de nivel y convierte las avenidas en trampas, esto debido a que la basura hace una función de “tapón”. Lo que llegamos a considerar tirar un simple envoltorio, puede transformarse en un desastre colectivo que pone en riesgo a la misma ciudadanía.
Hace un par de meses, un vídeo de una estación de metro en Japón inundada se volvió viral. Lo que más sorprendió no fue la inundación, sino la claridad del agua, prácticamente limpia y sin basura flotando, lo que genera un gran contraste al nosotros ver inundaciones de aguas negras llenas de residuos sólidos. Aunque el mantenimiento de la infraestructura y la eficiencia en los sistemas de drenaje de los japoneses es evidentemente más organizado, también es una muestra de que las inundaciones son inevitables en las grandes ciudades. Lo anterior remarca una necesidad de medidas de prevención y la divulgación de los atlas de riesgo.
Un Atlás de riesgos es un instrumento que reúne mapas y evaluaciones sobre los peligros naturales e inducidos en nuestro estado, como las inundaciones, deslizamientos de laderas, incendios, etc. En Nuevo León contamos con uno, el cual puede ser consultado en el siguiente link: https://atlas.nl.gob.mx/. Aunque se debe reconocer el esfuerzo por mantener esta plataforma, es necesario señalar que poco se divulga y requiere constante actualización.
Invito, desde este medio, a tomar conciencia sobre asumir hábitos simples como no tirar basura, respetar cauces, así como informarnos sobre los riesgos de la zona donde vivimos. Ciudadanía y autoridades tenemos la responsabilidad de volver a mirar nuestros ríos y reconocer que la ciudad está construida sobre un territorio vivo, así como reconocer que las lluvias torrenciales no son evitables, pero sus consecuencias sí.
Facebook/Instagram/Tiktok: @lageoloca
Te puede interesar: Sierragrafía presenta prototipo que conecta la cultura y el territorio – Identidad NL