Antes de la rueda, antes del arado y mucho antes de la computadora, hubo un descubrimiento que cambió el destino de nuestra especie: el fuego. Lo que comenzó como un fenómeno natural —rayos, volcanes, incendios espontáneos— se convirtió en la primera tecnología controlada por el ser humano, un acto de ingeniería primitiva que abrió la puerta a la civilización.
Dominar lo indomable
Se estima que hace unos 400,000 años nuestros antepasados comenzaron a controlar el fuego. No lo inventaron, lo aprendieron a manejar: a conservar brasas, a encenderlo frotando piedras o palos, a protegerlo del viento. Esa capacidad transformó la vida diaria. Cocinar permitió liberar más energía de los alimentos y redujo enfermedades. La luz extendió el día más allá del ocaso. El calor hizo habitables regiones frías. Y las fogatas fueron centros de reunión, dando origen a la vida social y al lenguaje.
La primera máquina de energía
Desde la perspectiva de la ingeniería, el fuego fue el primer convertidor de energía. Transformaba madera en calor, calor en trabajo, trabajo en progreso. El dominio del fuego permitió fabricar cerámica, endurecer metales y, siglos más tarde, inventar la pólvora y los motores de combustión. Cada chispa encendida en una hoguera prehistórica fue el antecedente de las turbinas que hoy mueven aviones.
El precio de la llama
Pero la misma fuerza que nos dio poder también conlleva riesgos. El fuego descontrolado ha devastado bosques y ciudades a lo largo de la historia. Hoy, en México y particularmente en Nuevo León, los incendios forestales son una amenaza recurrente, alimentada por el cambio climático, la sequía y la expansión urbana. Cada temporada, la noticia de montañas y reservas naturales en llamas nos recuerda que lo que un día fue aliado puede convertirse en amenaza si no hay prevención ni gestión adecuada.
Fuego: un legado vivo
Hoy encendemos una estufa o presionamos un botón de encendido sin pensar en ello. Pero cada vez que una flama surge, hay detrás millones de años de aprendizaje acumulado. El fuego fue, y sigue siendo, la tecnología más básica y más trascendental: nos enseñó que la naturaleza podía transformarse en herramienta. Y aunque ahora trabajemos con chips y pantallas, seguimos viviendo bajo las consecuencias de ese primer pacto con la llama.
Y recordemos que: “Prometeo robó el fuego a los dioses para entregarlo a los hombres. Desde entonces, nuestra historia es la de aprender a usarlo… sin dejar que nos consuma.” — Mitología griega
El Ingeniero Regio
Dr. José Rubén Morones Ramírez
- Profesor e Investigador
- Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (CIByN)
- Facultad de Ciencias Químicas
- Universidad Autónoma de Nuevo León.
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