Cuando pensamos en la Navidad, imaginamos luces, nieve, renos y trineos. Desde los cuentos clásicos hasta los centros comerciales, el trineo se ha convertido en un ícono navideño. Pero más allá de la fantasía, hay algo profundamente ingenieril en esta simple herramienta de transporte. Esta semana quiero contarte cómo el trineo es una lección de ingeniería aplicada, diseñada por la naturaleza y perfeccionada por la humanidad.
El principio es sencillo: minimizar la fricción. Un trineo se desliza mejor cuando reduce al máximo el contacto con el suelo. Las superficies curvas de sus patines distribuyen el peso y reducen la resistencia, permitiendo el deslizamiento sobre nieve compacta o hielo. En lugar de rodar como una llanta, el trineo resbala, lo que requiere menos piezas móviles y mucha más precisión en el diseño.
Pero los trineos no nacieron en el Polo Norte. Se usaban desde hace miles de años en regiones árticas y alpinas para transportar madera, alimentos y personas. Su forma varía según el terreno: los hay largos y veloces, como los de carreras olímpicas, y otros más anchos y estables, como los usados por pueblos originarios en Canadá, Rusia o Escandinavia.
Hoy, los trineos modernos incorporan materiales ligeros como aluminio o fibra de vidrio, pero el principio sigue siendo el mismo: convertir la fuerza de gravedad y el impulso en movimiento suave, eficiente y divertido.
Hasta el trineo volador de Santa
Incluso en la fantasía del trineo de Santa Claus, encontramos principios de ingeniería: ¿cómo se mantendría estable una estructura así en el aire? ¿Cómo se distribuiría el peso de los regalos? ¿Qué tipo de trineo podría soportar el despegue desde un tejado sin perder el equilibrio?
Y aunque en lugares como Monterrey no hay nieve para deslizar trineos, todos hemos sentido esa emoción infantil en una resbaladilla o bajando una pendiente con cartón: la sensación de dominar el movimiento con mínima resistencia.
La próxima vez que veas un trineo decorativo, recuerda que no es solo un símbolo navideño. Es una cápsula de conocimiento ancestral, una máquina de baja complejidad pero alta eficiencia. Y como todo en la buena ingeniería: sencilla en apariencia, pero profunda en diseño.
Y recordar que “El mejor transporte no es siempre el más rápido, sino el que mejor entiende el terreno”.
El Ingeniero Regio
Dr. José Rubén Morones Ramírez
- Profesor e Investigador
- Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (CIByN)
- Facultad de Ciencias Químicas
- Universidad Autónoma de Nuevo León.
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