En esta temporada vacacional, miles de personas suben a un avión para recorrer distancias impensables en cuestión de horas. Subimos, nos sentamos, escuchamos el zumbido de los motores… y confiamos en que ese monstruo de acero, con más de 300 toneladas, volará., pero, ¿cómo lo hace? ¿Y por qué su diseño parece estar, de alguna forma, inspirado en la naturaleza?
La capacidad de volar de un avión no se basa en magia ni en fuerza bruta, sino en aerodinámica: una rama de la ingeniería que estudia cómo se mueve el aire alrededor de los objetos. Las alas, por ejemplo, tienen una forma especial llamada perfil alar: la parte superior es curva y la inferior es más plana. Esto hace que el aire que pasa por arriba viaje más rápido que el de abajo, generando una diferencia de presión que empuja el ala hacia arriba. A eso se le llama sustentación.
Pero los ingenieros no inventaron todo desde cero. Muchas de las soluciones que hoy permiten volar a los aviones están inspiradas en las aves. Por ejemplo, la forma ligeramente curvada hacia arriba en la punta de las alas —conocida como winglets— reduce la turbulencia generada por el aire que circula en los extremos. Esta idea está directamente tomada del vuelo eficiente de aves migratorias como los halcones o el albatros, que extienden las puntas de sus alas para reducir el esfuerzo al planear.
El fuselaje, el diseño de los flaps (esas “pestañas” que se mueven durante el despegue y el aterrizaje), e incluso la textura de algunos recubrimientos están pensados para reducir resistencia al aire, inspirándose en cómo las plumas o la estructura del cuerpo de ciertas aves cortan el viento.
Un “diálogo” entre tecnología y naturaleza
Cada vez que un avión despega, se activa una cadena de soluciones de ingeniería que observó, estudió y adaptó la naturaleza. Lo que tardamos milenios en imaginar, las aves ya lo hacían sin planos ni motores. Por lo que la próxima vez que mires por la ventanilla mientras atraviesas las nubes rumbo a tu destino, piensa que estás volando gracias a un diálogo silencioso entre tecnología humana y sabiduría natural.
Y recordemos que: “La biomimética nos enseña que la sostenibilidad no es un ideal, sino una práctica antigua: la naturaleza lleva 3.8 mil millones de años haciéndolo bien.” — Janine Benyus
El Ingeniero Regio
Dr. José Rubén Morones Ramírez
- Profesor e Investigador
- Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (CIByN)
- Facultad de Ciencias Químicas, Universidad Autónoma de Nuevo León.
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