Uno camina por Manhattan y el suelo vibra. A veces se escucha un rugido metálico a lo lejos. No es un sismo, ni una maquinaria oculta: es el corazón subterráneo de la ciudad. Esta semana, mientras recorría Nueva York, no pude evitar maravillarme con su metro: un sistema que, más allá de su utilidad, es una obra de ingeniería que late sin descanso bajo una de las metrópolis más dinámicas del mundo.
Inaugurado en 1904 con apenas nueve estaciones, hoy el metro de Nueva York cuenta con más de 400 estaciones, 26 líneas y una red que supera los 1,000 kilómetros de vías. Lo que sorprende no es solo su tamaño, sino su operación continua, las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Millones de personas lo usan diariamente, y aunque parezca rutinario, mantenerlo funcionando requiere una coreografía precisa de sistemas eléctricos, señalización, ventilación, drenaje y logística.
Mover trenes por debajo de rascacielos, cruzando ríos y sorteando capas geológicas inestables, no es tarea menor. Los ingenieros han enfrentado retos como construir túneles sin interrumpir el tráfico en la superficie, o evitar inundaciones usando compuertas y bombas gigantes que se activan en caso de tormentas. Además, el sistema debe adaptarse al desgaste del tiempo y al crecimiento constante de la ciudad.
Un metro que conecta mundos
Lo más impresionante es cómo el metro conecta mundos. Desde barrios residenciales hasta Wall Street, pasando por museos, escuelas y teatros, esta red no solo transporta cuerpos, sino historias, acentos, culturas. Es una manifestación viva de la diversidad… y de la interdependencia.
Y mientras uno recorre sus túneles, rodeado de anuncios, músicos ambulantes y una mezcla de idiomas, es fácil olvidar que todo eso está sostenido por cálculos, sensores y estructuras centenarias que siguen funcionando como si nada.
La próxima vez que bajes a una estación del metro —en Nueva York o en cualquier ciudad— piensa que estás entrando a una arteria subterránea de ingeniería, una que nos recuerda que lo invisible también sostiene al mundo. Y con la llegada de nuevas líneas en ciudades como nuestro Monterrey, es inevitable pensar que cada sistema de transporte subterráneo es también una apuesta por el futuro.
Y recordar que “Los trenes no solo mueven personas. Mueven ideas, economías y civilizaciones.” — Theodore von Kármán
El Ingeniero Regio
Dr. José Rubén Morones Ramírez
- Profesor e Investigador
- Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (CIByN)
- Facultad de Ciencias Químicas
- Universidad Autónoma de Nuevo León.
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