En los últimos días, las luciérnagas han sido protagonistas de titulares y conversaciones. Expertos alertan sobre su disminución en regiones del Occidente de México debido a la urbanización, el cambio climático y la pérdida de vegetación nativa. Pero más allá de su valor ecológico y simbólico, hay algo que no siempre se dice: las luciérnagas son un prodigio de ingeniería natural.
Por siglos, las hemos visto como un espectáculo mágico en los campos oscuros. Pero detrás de cada destello, hay un proceso de precisión biológica que ni la mejor lámpara de LED puede igualar. Las luciérnagas, esos escarabajos luminosos, son portadoras de una ingeniería bioquímica extraordinaria: generan luz sin calor, en un sistema eficiente, silencioso y perfectamente regulado.
La bioluminiscencia de las luciérnagas es el resultado de una reacción química en su abdomen: la enzima luciferasa actúa sobre una molécula llamada luciferina en presencia de oxígeno, ATP (energía celular) y magnesio. El resultado: luz fría, altamente eficiente (casi 100 % de la energía se convierte en fotones) y controlada neurológicamente.
Este fenómeno ha inspirado desarrollos en bioingeniería, sensores ambientales, imágenes médicas y biotecnología, donde se usan genes de luciérnagas para marcar procesos celulares. Pero lo más fascinante es que su luz es lenguaje: cada especie tiene un patrón de destello que usan para encontrar pareja. Si hay luz artificial, ese lenguaje se interrumpe. Y sin comunicación, no hay reproducción.
Además, las luciérnagas cumplen roles clave en su ecosistema: son depredadores de caracoles y lombrices, y también presas de otros animales. Alterar su ciclo es alterar una red completa. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en regiones de México como Casimiro Castillo, Talpa, la Sierra de Manantlán o La Primavera, donde la urbanización, el cambio climático y la pérdida de vegetación están reduciendo sus poblaciones. Los científicos llaman a estas especies “carismáticas”, como las mariposas monarca. Su encanto puede ser un vehículo para educar, proteger hábitats y conservar no solo a las luciérnagas, sino a toda la red de vida que las rodea.
Ingeniería no es solo construir puentes o computadoras. También es biología que resuelve con eficiencia, evolución que diseña sin planos, ecosistemas que se autorregulan. Cada luciérnaga que se apaga sin haber brillado es una pérdida doble: ecológica… y también tecnológica.
Y recordemos que: “La naturaleza no hace nada en vano; cada uno de sus secretos guarda una solución.” — Louis Pasteur
El Ingeniero Regio
Dr. José Rubén Morones Ramírez
- Profesor e Investigador
- Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (CIByN)
- Facultad de Ciencias Químicas
- Universidad Autónoma de Nuevo León.
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