Cuando pensamos en comunicación, imaginamos palabras, sonidos o gestos. Pero en la naturaleza existen conversaciones silenciosas, precisas y perfectamente diseñadas. Una de las más fascinantes es la que ocurre entre dos protagonistas inseparables: las abejas y las flores. Esta semana quiero contarte cómo se comunican, porque detrás de cada polinización hay un proceso finísimo de ingeniería biológica que sostiene la vida tal como la conocemos.
Las flores no “llaman” a las abejas por accidente. Su forma, color, textura y hasta su carga eléctrica funcionan como señales. Las abejas, por su parte, interpretan estas señales como si fueran códigos. Y todo este intercambio, silencioso y sofisticado, permite que ocurra una de las relaciones más importantes del planeta: la polinización.
La primera señal es el color. Las abejas ven el mundo en una gama distinta a la nuestra: pueden detectar luz ultravioleta, lo que les permite ver patrones ocultos en los pétalos llamados guías de néctar. Son, literalmente, flechas fluorescentes que les indican dónde aterrizar.
La segunda señal es el aroma. Cada flor emite una mezcla única de compuestos volátiles: su “perfume químico”. Las abejas reconocen estos olores a distancia, los memorizan y pueden regresar al mismo parche floral con precisión milimétrica. Es una forma de GPS natural donde las moléculas del aire son la señal.
Pero la ingeniería natural no termina ahí. Cuando una abeja se acerca, detecta también la carga eléctrica de la flor. Una abeja en vuelo acumula carga positiva; una flor, carga negativa. Cuando la abeja aterriza, la diferencia de potencial facilita que el polen se adhiera a su cuerpo, casi como si se tratara de un sistema electrostático diseñado en un laboratorio.
Y falta una pieza: la comunicación dentro del enjambre. Las abejas usan su famoso baile del meneo para transmitir dónde están las mejores flores. En esa danza, la abeja “exploradora” indica distancia, dirección respecto al sol y calidad del alimento. Es un sistema de codificación espacial tan eficiente que inspiró algoritmos modernos de inteligencia artificial.
Ingeniería en la forma más elegante
Lo más sorprendente es que todo este proceso —aromas, colores, electricidad, danzas— no es parte de un plan consciente, sino el resultado de millones de años de coevolución. Es ingeniería natural en su forma más elegante: flores diseñadas para ser irresistibles y abejas diseñadas para encontrar exactamente lo que necesitan.
La próxima vez que veas una abeja posarse en una flor, recuerda que estás observando una conversación silenciosa que sostiene la agricultura, la biodiversidad y buena parte de
Y recordemos que: “En la naturaleza, nada existe solo.” — Rachel Carson
El Ingeniero Regio
Dr. José Rubén Morones Ramírez
- Profesor e Investigador
- Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (CIByN)
- Facultad de Ciencias Químicas
- Universidad Autónoma de Nuevo León.
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