En días pasados se llevó a cabo un evento que, en apariencia, parecía limitarse a lo protocolario: la entrega de reconocimientos a destacados abogados por parte de la Asociación de Egresados de la Facultad de Derecho y Criminología “Don José Alejandro de Treviño y Gutiérrez” A.C.
Sin embargo, más allá de los discursos emotivos y la solemnidad institucional, esta ceremonia fue también una muestra clara de cómo se construyen símbolos de legitimidad en el ámbito político-jurídico de Nuevo León.
No es casual que entre los asistentes y oradores estuvieran figuras como el Gobernador del Estado, Samuel García; el Secretario General de la UANL, Dr. Mario Alberto Garza; el Coordinador de la Facultad, David Castillo y el Rector del Colegio de Abogados, Dr. David Rodríguez.
Uno de los momentos centrales del acto fue el reconocimiento al Dr. Javier Navarro Velasco, actual Coordinador del Gabinete de Buen Gobierno. Su mención no es menor. En un contexto en el que la figura del Gobernador haya destacado a uno de sus más cercanos colaboradores desde un espacio universitario genera un mensaje político potente.
La Asociación de Egresados, con sus 23 años de existencia, ha cultivado una narrativa de pertenencia, ética y profesionalismo. Sin embargo, cuando sus actos incluyen la participación directa del Ejecutivo estatal y se convierten en plataforma para destacar figuras de su gabinete, inevitablemente se diluye la línea entre lo académico y lo político.
Más allá de la crítica estructural, vale reconocer el valor del evento como espacio de reconocimiento y comunidad. Las semblanzas leídas, las palabras de los galardonados y la emotividad compartida reflejan una necesidad profunda de reconectar el Derecho con los valores que le dieron origen: la justicia, la vocación de servicio, la integridad.
En un entorno político donde la eficiencia parece estar por encima de la ética, rescatar estos momentos de reflexión colectiva es valioso. Pero no basta con celebrarlos; también hay que protegerlos de la manipulación política.
Al final, este evento nos deja una lectura. Es una celebración legítima de trayectorias que dignifican al Derecho.
El reto está en no dejarse seducir por las formas y seguir exigiendo fondo: vocación, transparencia, y verdadero compromiso con la justicia.





