Radicado en Los Ángeles, pero orgullosamente originario de Monterrey, Adrián Elizondo se ha convertido en uno de los productores e ingenieros musicales mexicanos con mayor proyección internacional. A sus 35 años, su trabajo ha cruzado fronteras y géneros, combinando creatividad, disciplina y sensibilidad sonora para dar vida a proyectos musicales que van del rock al hip-hop, pasando por la música electrónica y el metal.
Su historia con la música comenzó en su natal Monterrey, durante sus años de preparatoria, donde tocaba la batería en distintas bandas locales. Esa experiencia sobre el escenario le dio una comprensión profunda de la estructura musical y lo llevó a interesarse en cómo capturar y perfeccionar el sonido en el estudio. En 2012 decidió mudarse a Los Ángeles para desarrollar su carrera profesional, y tres años después ingresó a la Los Angeles Recording School, donde obtuvo una sólida formación técnica y artística.
Desde entonces, Adrián ha trabajado en estudios comerciales, colaborando con artistas locales e internacionales, y ganándose un nombre como productor versátil capaz de adaptarse a diferentes estilos.
“Mi carrera en producción musical comenzó en 2015, y desde entonces he tenido la fortuna de trabajar con bandas como Shallow Rising, Motel Brothers, SauerSam and the Tablecloth Band y Lunar Hallow”, comenta.
Gran habilidad para la música
Su habilidad para transformar ideas en productos sonoros de alta calidad lo ha convertido en un aliado creativo para quienes buscan un sonido profesional y auténtico. Para Elizondo, el papel del productor musical es fundamental.
“El trabajo del productor es conectar la idea inicial del artista con el resultado final”, explica. “Decidir cómo grabar, qué sonidos usar, cómo mezclar y qué elementos destacar son decisiones clave para lograr una visión coherente y exitosa”.
Esa labor, dice, depende en gran medida de la relación entre el productor y el artista. En algunos casos, el productor actúa solo como guía técnica; en otros, se convierte en un verdadero co-creador, con libertad para experimentar y proponer.
“Productores como George Martin con The Beatles o Rick Rubin con Red Hot Chili Peppers marcaron el sonido de generaciones enteras”, reconoce.
Su trabajo combina la técnica precisa del ingeniero con la visión artística del productor.
“Como productor, busco realizar la visión del artista; como ingeniero, me enfoco en el detalle técnico: elegir micrófonos, ecualizar, equilibrar frecuencias y lograr impacto sónico”, explica. Para él, ambos roles van de la mano: “El productor es como el director ejecutivo, y el ingeniero, el gerente de operaciones”.
Su trayectoria incluye proyectos tan diversos como un reciente grupo de punk-rock con estilo polka, un desafío que le permitió fusionar géneros opuestos y darles un nuevo sentido.
“Fue una experiencia única, muy divertida y creativa. Me gusta trabajar en proyectos que rompen esquemas”, comparte.
Un mercado complicado
Elizondo reconoce que el panorama musical es distinto en cada país. Mientras que Estados Unidos ofrece mayores oportunidades de conexión con artistas internacionales, también representa un mercado más competitivo y saturado. México, por otro lado, conserva un fuerte arraigo en géneros regionales y un nicho de productores con menos competencia, aunque con limitaciones en proyección global. “Cada mercado tiene sus ventajas; lo importante es adaptarse y tener claridad en tus objetivos”, señala.
Entre sus influencias, menciona a Rick Rubin, productor de bandas icónicas como Red Hot Chili Peppers y System of a Down, así como a Chris Lord-Alge, conocido por su trabajo con Green Day, Muse y My Chemical Romance. También admira a productores contemporáneos como Adam “Nolly” GetGood, Jacob Hansen, Eric Valentine y Jens Bogren, de quienes ha aprendido distintas perspectivas sobre el sonido y la producción moderna.
Pero el camino no ha sido fácil. Adrián admite que la carrera de productor musical exige grandes sacrificios personales y profesionales.
“Se sacrifican horas con la familia y los amigos, porque la música no tiene horarios. Puedes estar trabajando hasta las tres de la mañana y no darte cuenta de que ya amaneció”, dice. “También está el reto económico: esta carrera requiere constancia y paciencia. Puede tomar años llegar a donde quieres, pero lo importante es no rendirse”.
Hoy, desde su estudio en Los Ángeles, Elizondo sigue trabajando con pasión, enfocado en crear música que inspire, conecte y trascienda. Su meta es seguir derribando fronteras con cada producción y demostrar que el talento mexicano puede sonar —y brillar— en cualquier parte del mundo.
Texto: Cortesía Revista Ajá