Preguntas algo. Y en segundos, una inteligencia artificial te contesta. La respuesta suena natural, razonada… casi humana. Pero detrás de esa frase bien escrita no hay intuición, sino cálculo, probabilidad y millones de datos. ¿Cómo decide una IA qué palabra poner después de otra?
La base está en un modelo llamado red neuronal, entrenado con miles de millones de frases tomadas de libros, artículos, conversaciones y sitios web. El sistema no entiende como lo hace un humano, pero aprende patrones: por ejemplo, que después de “la Tierra gira alrededor del…” suele venir “Sol”.
Cada vez que escribes una palabra, la IA calcula cuál es la más probable que siga, basándose en lo que ha visto antes. Esta elección se hace en un espacio matemático de dimensiones abstractas, donde las palabras no son letras, sino vectores numéricos. Así, puede predecir que “luz” está más cerca de “energía” que de “pescado”.
Pero aquí entra la ingeniería: el modelo necesita procesadores especializados (como GPUs o TPUs) para hacer miles de cálculos por segundo, algoritmos que optimizan la velocidad, filtros que ajustan el tono, y sistemas de control para evitar errores o sesgos.
La IA no “piensa”, pero sabe hilar oraciones con una lógica estadística que imita el lenguaje humano. Como un arquitecto que no entiende poesía… pero puede construir un teatro perfecto para que ella suceda.
Y recordemos que:
“Lo que estamos creando podría ser más inteligente que nosotros. La pregunta es si también será más sabia.» — Geoffrey Hinton (Considerado uno de los padres de la inteligencia artificial y ganador del Premio Turing en 2018.)
El Ingeniero Regio
Dr. José Rubén Morones Ramírez
- Profesor e Investigador
- Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (CIByN)
- Facultad de Ciencias Químicas
- Universidad Autónoma de Nuevo León.
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