Cuando a mi mamá le diagnosticaron diabetes hace cuarenta años, las herramientas de salud para el control eran mucho más limitadas: revisiones constantes de azúcar en sangre con tiras reactivas y la inevitable jeringa de insulina. El monitorear el azúcar en sangre requería cierta disciplina y esfuerzo diarios; cada cambio brusco en sus niveles de glucosa implicaba ajustes y preocupaciones.
Hoy, esa realidad ha evolucionado enormemente gracias a los dispositivos inteligentes que fungen inclusive como accesorios de moda. Verla colocarse un pequeño sensor en el brazo y, a través de una app, recibir alertas en tiempo real sobre su glucosa, es algo que hace unas décadas parecía inalcanzable. Pero esta innovación no solo beneficia a personas con diabetes. Hay dispositivos que monitorean el ritmo cardíaco o la saturación de oxígeno, relojes inteligentes que detectan caídas y alertan a emergencias, e incluso bandas deportivas que analizan la calidad del sueño y el estrés.
La ingeniería detrás de estos dispositivos vestibles integra electrónica, biomecánica y software para medir parámetros cotidianos. Sensores fotopletismográficos (PPG) detectan la frecuencia cardiaca y el oxígeno en la sangre, acelerómetros y giroscopios cuentan pasos o identifican el tipo de actividad física, mientras que algoritmos avanzados procesan datos de sueño y niveles de estrés. Todo se diseña pensando en la comodidad del usuario, haciendo posible que un reloj o brazalete registre constantemente tu día a día sin interrumpir tu rutina.
Estos avances permiten que tanto pacientes crónicos como cualquier persona interesada en su bienestar tengan más control sobre su salud. Lo que antes requería visitas al médico, hoy se consulta en el celular. Así, la experiencia de mi madre se ha convertido en un reflejo de cómo la ingeniería y la tecnología transforman, y con frecuencia mejoran, nuestra vida cotidiana.
Y quiero terminar la columna de esta semana con una frase de uno de mis autores favoritos, Isaac Asimov:
“La ciencia puede divertirnos y fascinarnos a todos, pero es la ingeniería la que cambia el mundo”.
El Ingeniero Regio
Dr. José Rubén Morones Ramírez
- Profesor e Investigador
- Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (CIByN)
- Facultad de Ciencias Químicas
- Universidad Autónoma de Nuevo León
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