La tarde era calurosa tal como hoy, el ambiente de tensión y fiesta al mismo tiempo era casi palpable previo al Clásico 51, el clásico de la tragedia.
La campaña para que todos los ojos regiomontanos y más allá de nuestros límites territoriales estuvieran puestos en el partido había funcionado.
Un Estadio Universitario con sobre cupo, se habla de que hubo casi 50 mil personas, en un inmueble con capacidad de 44 mil en aquel entonces.
Aficionados por igual Tigres que Rayados, antes no existía la limitante de los abonos ni la prohibición de las banderas por lo que en entorno para la importancia de este duelo era el ideal.
Tigres arrastraba varios años de malos resultados y la formula era que Víctor Manuel Vucetich revertiera esa tendencia, así lo hizo, pero no fue suficiente.
“Vuce” calificó a los Tigres a la liguilla, un terreno prácticamente desconocido para los felinos, pero no pudo con la herencia negativa de sus antecesores.
El clásico sería definitivo para saber si Tigres seguía o no en la primera división y que si Morelia o si los Tecos, toda la atención estaba puesta en el derby regiomontano.
Monterrey dirigido por el chileno Arturo Salah, era favorito por la posición que guardaba en la tabla general y algunos pensaban que podía “dejarse perder” para ayudar a Tigres, pero la historia fue distinta.
El partido fue movido para el domingo a medio día para empatarlo con los demás duelos relacionados con el desenlace.
La esperanza antes de la tragedia
A los poco minutos de iniciado sobre el pasto tapizado de papelitos, Marco Antonio “Chima” Ruiz, si el actual técnico de los Tigres, sacó un centro por izquierda que le quedó atrás a Javier “Pastor” Lozano.
El balón lo tomó Omar Arellano por derecha, entró al área por velocidad dejando la marca de Rafael Gutiérrez Aldaco y en su intento de tiro-centro el novato Ramón Morales “Ramoncito”, desvió el balón y se incrustó en el marco de “La Bomba” Rubén Ruiz Díaz.
Había esperanza, los felinos lloraban de alegría al mismo tiempo que se comían las uñas pues faltaba muchísimo tiempo en el reloj.
El balde de agua fría
El pronóstico se cumplía en la cancha Monterrey empezó a tomar el control de las acciones y la tragedia de acercaba, José Antonio Noriega “El Tato”, si el actual directivo de Rayados, peinó un balón para Luis Miguel Salvador quien cedió para la llegada “La Bruja” Raúl Aredes, quien desde la derecha sacó un pase a segundo palo que Sergio Verdirame empaló de pierna zurda y venció a Robert Dante Siboldi.
El empate fue un balde de agua fría, pero seguía la esperanza viva pues seguía faltando mucho tiempo en el cronómetro.
El cerrojazo y la tragedia
Pero dos minutos después Ramón Morales “lavó” su error en el primer gol y con un pase encontró a Luis Miguel Salvador en la entrada del área, este recibió el baló con la izquierda, el esférico rebotó, pero en el rebote Salvador remató de derecha bombeado sobre Siboldi para el segundo gol.
Anímicamente el partido terminó en ese instante, las lágrimas en la tribuna no se hicieron esperar, una historia que fue de más a menos en la primera división estaba terminando.
La segunda mitad fue completamente de Rayados, David Patiño y Héctor del Ángel Rivera se cansaron de fallar opciones de gol, pero la respuesta felina nunca llegó.
La historia puso a los Tigres en la entonces Primera División A, ahí llegó Sinergia Deportiva al rescate y en un año los Tigres estaban de regreso.
Lo éxitos tardaron en llegar todavía, pero se habían sentado las bases de un proyecto ambicioso y exitoso como lo es hoy.
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