Parece complicado creer que en pleno 2023 las manifestaciones de odio por no respetar las preferencias de los demás siguen siendo preocupantes.
En el marco del Día Mundial del Orgullo LGBTTTIQA+, creado no para tolerar, sino respetar a cada individuo sin importar sus preferencias sexuales o como se auto percibe existe una estadística escalofriante, una persona transexual, vive en promedio 32 a 34 años.
Esto por el rechazo que recibe de parte de la sociedad y sobre todo de su círculo cercano, como familia, amigos, compañeros de escuelas, de trabajo, etcétera.
La discriminación sigue siendo el pan de cada día en la comunidad, que aunque poco a poco va ganando terreno en la sociedad, aún falta mucho camino por recorrer.
Lucha entre prejuicios y discriminación
Una mujer trans vive en promedio de 32 a 34 años debido a los prejuicios y la discriminación.
Actualmente la identidad de género es un tema poco conocido para la sociedad, tan es así que la Organización Mundial de Salud (OMS) dejó de calificar la transexualidad como un desorden mental apenas en 2018.
Esto ha contribuido a la perpetuación de prejuicios para la comunidad trans en México y en el resto del mundo, por ejemplo, el dichoso lema: “las mujeres trans no son mujeres”.
Sin embargo, Violeta Maldonado, una chica transgénero de 19 años explicó que esta idea desinformada se debe a que las personas suelen confundir el sexo (femenino o masculino) con el género (hombre o mujer).
Pues aunque el sexo se califica con base en ciertas características, ninguna de ellas definen a la persona como hombre o mujer.
“Cada persona tiene su criterio y su opinión de por qué una mujer trans no es una mujer, realmente son muchos, y pues simplemente yo creo que deben de separar lo que es sexo con género, y pues más que nada y más que todo eso es dejar vivir a la gente.
“Realmente una mujer trans no le hace ningún daño a nadie por ser quien siente que es, realmente es su cuerpo, es su vida, son sus decisiones y yo no veo el por qué tendría que afectar la vida de otra persona”, explicó Violeta sobre esta preconcepción.
Ante lo cual Andrea Arenas de 21 años, una chica transexual aseguró que a ella no le repercute la opinión que otra persona comparta, y todavía menos si interfiere con la manera en que se percibe a sí misma.
“A ti te dicen qué ser cuando naces, entonces te dicen que ser mujer no es un sentimiento; yo no siento que soy mujer, yo sé que soy una mujer. El hecho de que una persona te diga que no eres una mujer no cambia nada, yo sé lo que soy y no me importa lo que digan los demás”, expresó la chica con firmeza.
Prejuicios en carne propia
Para Violeta, los prejuicios matan; el promedio de vida de una mujer trans va desde los 32 a los 34 años debido al menosprecio que muestra la sociedad para ellas en diferentes ocasiones.
“Todavía los prejuicios que existen hacen que se nos dificulte vivir nuestro día a día y nos dificulta tener una vida normal como todes”, comentó sobre el acceso que se les niega a ciertos sitios.
Ya que se les prohíbe entrar a lugares, no les permiten laborar en algunas empresas, no se les deja expresar quienes son ni vestirse de la forma en que a ellas les gusta porque “si hacemos esto, ‘ay no, es que eres hombre’ y se nos van limitando muchas cosas”.
“Sí he sufrido (discriminación), obviamente pues me he topado con personas que piensan totalmente diferente que yo, piensan que yo no soy una mujer, que yo no debería entrar al baño de mujeres, que yo no debería vestirme de tal manera, ser de tal manera”, dijo de su experiencia.
Y a pesar de que afortunadamente no le ha tocado presenciar escenas violentas, sí ha sufrido, más que nada por la discriminación a la que se enfrenta.
“Sí he sufrido discriminación, más que nada pues desmeritando que no soy una mujer de verdad porque no nací como una, porque no tengo ciertos cromosomas, porque no nací con los genitales que ellas tienen, porque no parezco una físicamente, etcétera, etcétera, etcétera”.
Trans no se elige, se nace
De acuerdo al estudio realizado en la Universidad Médica de Viena sobre la transexualidad en el área neurológica (el único con ese enfoque), la identidad de género está en la estructura de las redes neuronales, las cuales se van formando durante el crecimiento, mientras se desarrolla el sistema nervioso.
Por lo que la publicación liderada por Rupert Lanzenberger y publicada en Journal Neuroscience determinó que ser una persona transgénero no es una elección, sino que las conexiones neuronales se hallan diferente en ellas que en el resto.
“Siempre tienen como ese concepto de que se descubre a una edad mayor y sí puede haber casos, pero la mayoría, siempre que estamos en nuestra infancia sabemos que somos una niña, que somos una adolescente; ahora en mi juventud es como cualquier experiencia de género, desde el primer momento ya sabes quién eres”, expresó Andrea sobre su vivencia.
De forma que Violeta afirmó que no le “cuesta nada” a las demás personas llamarla por su nombre o referirse a ella por los pronombres femeninos, pues los demás no son quienes deciden de qué forma dirigirse a ella.
“Realmente no les cuesta nada llamarme por el nombre que yo quiero y por los pronombres que yo quiero, no que me hablen como elles quieren y como para elles se les hace más fácil, realmente a ellos no les afecta en absolutamente nada que yo sea una mujer trans y que yo me identifique como una mujer, en cambio sus prejuicios me pueden llegar a matar”, dijo Violeta.
Imponer una idea no es ético
La licenciada en psicología, María Guadalupe Zúñiga Tovar, que se especializa en hipnosis clínica y terapia sistemática familiar se expresó en contra de los terapeutas que intentan “cambiar” a las personas trans.
A estas sesiones suelen denominarse como Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género (ECOSIG) y la especialista aseguró que al estar imponiendo idea sobre el paciente, en este caso decirle quién debe ser o cómo debe ser, no es ético.
“Si ya de por sí no puedes entender por qué le está pasando esto y que vengan con estas cuestiones de conversión extrema, la mandas a una depresión con un riesgo suicida”, comentó Zúñiga Tovar.
Y esto aunado a la falta de apoyo familiar, genera que incluso se dirijan a las drogas, tomen medicamento para sentir bienestar pasajero y tenga una depresión grave que conlleve a que cometan un suicidio.
“La influencia de la familia favorece mucho que la persona se sienta apoyada, aceptada y no se le desarrollen trastornos de salud mental; puede ser depresiones, ansiedades generalizadas”, explicó la especialista.
Si no estás a favor de la inclusión, lo estás de la exclusión
Para Andrea no existe la “inclusión forzada”, pues todas las personas son distintas y cada una de ellas merece visibilidad.
“Si no estás a favor de la inclusión estás a favor de la exclusión, yo no creo que ninguna inclusión sea forzada por que todas las personas existimos y todos merecemos la misma visibilidad ya sea por tu orientación sexual, identidad de género, sea el motivo que sea merecemos representación”, opinó.
Aparte de que para ella, no pertenecer a los estereotipos que la sociedad entiende como “femeninos” hacen más o menos a una mujer trans.
“Yo creo que una transición nunca termina, más allá de la cirugía de afirmación de género es independiente de cada persona, no te hace ni más ni menos mujer; que no sigues los estereotipos de cómo luce una mujer, no te hace menos mujer que las demás”.
Por otro lado, Violeta indicó que es importante que las personas se sigan deconstruyendo, preguntando y busquen alternativas para derribar estas barreras que limitan a la comunidad y ponen en riesgo sus vidas.
“Soy un ser humano que merece el mismo respeto al igual que todes”, enfatizó con determinación.
Con información de: Carlos Martínez, Lizbeth Mata, Esmeralda Valdez y Perla Villarreal.