Cada vez es más común que nos pidan en restaurantes, aeropuertos y conciertos que apuntemos la cámara de nuestro celular hacia un mosaico con patrones blanco-y-negro. Después de apuntarlo, se abre un menú, un pase de abordar o una puerta de acceso digital. Lo que parece un simple patrón gráfico encierra una proeza de ingeniería desarrollada en 1994 por Denso Wave para agilizar la logística en las líneas de Toyota.
A diferencia del código de barras lineal (capaz de almacenar apenas una veintena de dígitos), el Quick Response Code (QR) distribuye la información en dos dimensiones y empaqueta hasta 7 089 números, 4 296 caracteres alfanuméricos o casi 3 kilobytes de datos binarios. Tres grandes cuadrados en las esquinas actúan como “faros” para que la cámara oriente la lectura; las líneas punteadas interiores definen la cuadrícula; y un algoritmo de corrección de errores Reed-Solomon permite recuperar el mensaje incluso si un 30 % del patrón está arrugado o manchado.
Esta combinación de robustez y bajo costo explica su ubicuidad: basta una impresora y un teléfono con cámara para enlazar, en segundos, al emisor con el usuario final. En segundo plano trabajan física de la óptica, álgebra de matrices y estándares ISO abiertos que garantizan que el mismo cuadrado funcione igual en Monterrey o en Tokio.
La próxima vez que un pequeño mosaico te lleve directo al catálogo de tu cafetería favorita o al mapa de tu asiento, recuerda: son miles de bits danzando en blanco y negro para que la información viaje ligera y sin tropiezos.
Y recordemos que:
“La información es la resolución de la incertidumbre.” — Claude E. Shannon
El Ingeniero Regio
Dr. José Rubén Morones Ramírez
- Profesor e Investigador
- Centro de Investigación en Biotecnología y Nanotecnología (CIByN)
- Facultad de Ciencias Químicas
- Universidad Autónoma de Nuevo León
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